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Una Tarde de Sabado

Era una tarde de sábado de hace unos años. El segundo no había llegado aún y el primero estaba en un cumpleaños. Volvimos a casa con ganas solo de acostarnos un rato y descansar. La vida de trabajo y crianza se nos estaba viniendo encima y recién estábamos cayendo en lo aburrido que podía llegar a ser abrazar el sueño romántico de la paternidad. 

Compramos de paso medio kilo de helado que comimos con cucharas en la cama mientras mirábamos los Simpsons casi sin ver. Nos quedamos dormidos, ella con su cabeza apoyada en mi hombro. 

Sus labios contra mi mejilla derecha me despertaron. Su cuerpo pegándose al mío de costado, su respiración entrecortada. Su lengua buscando el lóbulo de mi oreja, sus labios cada vez más húmedos reteniendo unos segundos el lóbulo y soltándolo delicadamente. Su mano recorriendo despacio mi pecho sobre la remera y después buscado el resquicio necesario para llegar a mi piel. Y una vez allí acariciéndome suavemente, jugando con los pelos de mi pecho, haciendo poner duros mis pezones con caricias subversivas y bien dirigidas.  

Ella se empezó a mover acompasadamente apretándose cada vez más contra mi. Su entrepierna buscaba mi muslo para encontrar un punto donde ejercer presión para calentarse. Se fué  montando poco a poco sobre mi muslo, poniéndolo entre sus piernas y masturbándose sobre la ropa con la dureza y la presión. Sus besos fueron yendo hacia mi cuello  su mano hacia mi entrepierna. 

Sentía su concha humedeciéndose detrás de la tela de la bombacha apretándose contra mi, su cuerpo cada vez más pegado. Su mano buscó dentro del calzoncillo y encontró mi verga dura y ansiosa esperando sus caricias. Pero ella buscó primero los huevos, que fue amasando despacio dentro de su palma haciéndome calentar aún más. Sus dedos buscaban a veces la zona entre los huevos y el ano, allí donde ella sabe que me puede hacer volar de placer. Sentía su lengua profundamente dentro de mi boca y su excitación que me penetraba en cada nuevo beso y en cada nueva caricia en mis huevos. De a poco fué buscando mi culo. Me hizo abrir un poco las piernas y con un dedo fué haciendo caricias redondas en mi ojete. Empezó a su vez a lamerme los pezones y yo ahí entregado a todo lo que ella pudiese querer hacerme, gimiendo de goce entre sus manos. 

Me sacó la remera y el boxer y me hizo poner boca abajo. Empezó besándome el cuello y la parte superior de la espalda. Bajando de a poco hasta llegar a la cadera y volver a subir lamiéndome la piel y llenándome de su saliva. Yo apretaba la verga dura contra las sábanas moviendo el culo en círculos, deseándola. Ella pasaba la palma de la mano abierta cada tanto acariciando mis huevos y pija y dejando para lo último un pequeño roce por el orto que me estremecía cada vez que sucedía. Después empezó a pasarme las tetas por la espalda. Sentía sus pezones duros y las mamas enormes y carnosas apoyadas contra mi. Después se montó sobre mi entera y agarrándome por los hombros empezó a a bombearme con su concha en mi orto. 

Apoyaba el clítoris contra mis nalgas y hacía el movimiento como si me estuviese cogiendo y gimiendo bien caliente. Yo me volvía loco de placer y me dejaba hacer levantando las caderas para que pudiese resfregarse mejor y sobre todo para poder sentír su piel en mi orto que andaba ansioso de caricias. 
Después me hizo poner en cuatro y sentándose detrás mío empezó a besarme. Primero las nalgas, después los huevos y la pija, pero yo quería su lengua dentro del culo. Hasta que finalmente lo hizo y yo empecé a gemir y a moverme como loco caliente. Su lengua en mi ano y su mano pajeándome. 

Hasta que no aguanté más y me levanté. Le arranqué la poca ropa que tenía y tirándome sobre ella la empecé a coger fuerte. Ella gemía apretándose contra mi con brazos y piernas alrededor de la cadera. Sentía su concha extremadamente húmeda, llena de flujos de placer, lubricándome la entrada a su tesoro de goce. Me erguí y le levanté las piernas hasta apoyarlas sobre mis hombros. Me encanta cogerla así porque la puedo ver entera en su belleza gozando, con sus tetas enormes bamboleándose en cada embate mío,  viendo su cara de caliente con mi pija entrándole sin miramientos. Agarré sus manos que estaban apoyadas en el colchón para ayudarme a empujarme aún más adentro suyo. 

Así la cogí no mucho tiempo hasta que la ví brillar acabando. Me apretó la cara con sus pies mientras un fuerte orgasmo tomaba su cuerpo desnudo y hermoso entre espasmos de placer. Pero no era suficiente para ella aún, así que me pidió que la siguiera cogiendo. Se puso en cuatro y me ofreció su concha abierta y llena de humedades excitantes. Se la metí y la empecé a bombear lo más fuerte que pude. 

Nuestras pieles llenas de sudor, el ruido de la cama moviéndose violentamente con el movimiento de nuestros cuerpos calientes. Ella se abría las nalgas aún más para que yo le vea el orto mientras la cogía. Sabe que el espectáculo de su ano me enloquece. Así seguimos hasta acabar juntos. Ella cayó boca abajo y yo encima de ella. Los dos sudados y con la respiración agitada. Me puse a su lado y nos entredormidos en cucharita una media hora más. 

En casi nada se hizo hora de ir a buscar al pequeño. En la puerta del lugar se agolpaban padres y niños entre globos y música estridente. 
Mariela, una amiga de mi mujer nos vió allí parados. 

- Qué cara de cansados tienen, se ve que están a full con el laburo.-
Nos miramos cómplices y seguimos con la rutina familiar de todos los días.

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